Orgullo en Belgrado: la larga marcha LGTBI en Serbia
- cumplidojordi
- 17 sept 2021
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El colectivo volverá a desfilar por las calles de la capital este sábado, 18 de septiembre, con el rumbo hacia nuevas conquistas sociales

El colectivo LGTBI+ volverá a desfilar este sábado 18 de septiembre por las calles de Belgrado. Lo hará con una relativa normalidad, en pleno debate sobre la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo. También con rechazo frontal a la presencia de la primera ministra serbia, Ana Brnabić, abiertamente lesbiana pero representante del mismo gobierno que niega sus derechos. En todo caso, el colectivo ha conseguido normalizar la celebración de esta marcha del Orgullo sin grandes altercados, y eso se debe en parte a un proceso de sacrificios y conquistas del propio movimiento.
Lejos quedan los turbulentos años noventa que alumbraron al mismo tiempo la involución social y el nacimiento de la resistencia de las minorías sexuales. La Serbia de Milošević apuntaló su proyecto nacionalista en un retroceso ideológico y cultural sin parangón. En su régimen conservador, la mujer era entendida como un sujeto pasivo limitado a la función reproductiva (mujer-madre), mientras que el hombre se vinculaba a los conceptos de virilidad y defensa de la nación (hombre-soldado). Poco a poco, la reivindicación de la sociedad tradicional serbia bastada en la familia permitió una lenta pero eficaz permeabilidad del patriarcado tanto en hombres como mujeres.
Arkadija, los pioneros
En ese contexto, en 1990 un grupo de jóvenes liderado por el dramaturgo Dejan Nebrigić y la activista Lepa Mladenović fundaron Arkadija. Así lo rememoraba ella misma algunos años más tarde:«Recuerdo la primera carta que recibí desde Ljubljana en octubre de 1990. Fue enviada a varias direcciones a gays y lesbianas de Belgrado. Justo antes había abierto en Ljubljana el bar gay-lésbico Roza Klub, y nos animaban a abrir uno igual en Belgrado. Dejan me llamó por teléfono desde Pančevo, él también había recibido la carta y me dijo ‘hagámoslo juntos’. Llamó a algunos amigos y así es como empezó realmente nuestra auto-organización».
Aquellos pioneros consiguieron dar a conocer la cuestión y visibilizar el colectivo, a pesar de las limitaciones por la dureza del contexto en medio de las guerras yugoslavas y el huracán nacionalista. Su tragedia quedó encarnada en la violenta muerte de Dejan Nebrigić a manos de su expareja. Aunque fue considerado desde el principio como un crimen pasional, Dejan había sido golpeado por la policía tras haber denunciado amenazas de muerte de la familia del exnovio. Ningún abogado quiso representarle por tratarse de un activista homosexual. Y además, el juez vinculó la causa con el movimiento anti-Milošević alegando que Arkadija recibía dinero del extranjero para financiar sectas subversivas.
Labris, el gran salto
En los noventa nació también Labris, organización feminista y lesbiana que siguió los pasos de Arkadija tras su disolución en 1994. Bajo el manto de esta nueva plataforma se empezó a trabajar en un observatorio de las agresiones homófobas y en la difusión del trabajo de los grupos en defensa de las minorías sexuales. Aquello supuso un salto cualitativo en la capacidad organizativa del colectivo, que puso en circulación nuevos magazines y organizó conferencias nacionales donde se encontraban activistas del movimiento y compartían sus experiencias.
La caída del régimen de Milosevic, el 5 de octubre de 2000, abrió un horizonte de esperanza para este y otros colectivos oprimidos. En 2001 organizaron la primera marcha del orgullo, pero esta fue reventada por grupos ortodoxos y hooligans que dieron un baño de realidad. Así lo describe el activista MilanƉurić: «A las 3 me encontré con mis amigos en la plaza de la República, esperando ver banderas arcoíris, globos de colores y compañeros del colectivo. En lugar de eso, en la plaza ondeaban las banderas del Partido Radical y lucían pancartas nacionalistas y fascistas como Los maricones son la vergüenza de Serbia y Los maricas tienen que ser sacrificados». Según este testigo, la policía estaba en minoría y apenas reaccionó a los ataques: «En esos momentos quedó claro que la situación apenas había cambiado, y que quedaba mucho trabajo por hacer».

Ese fue el impulso para que el movimiento creciera en la adversidad y multiplicara sus organizaciones. En 2005 fundaron Gay Straight Alliance, una de las entidades más relevantes que copiaba el modelo de la organización americana homónima. Aglutinaba grupos de lucha por los derechos de las minorías sexuales en institutos y universidades. A través de ella se pudieron desarrollar estrategias dirigidas a estrechar vínculos con las administraciones y los partidos políticos. En diciembre de 2010, el que fuera presidente del GSA, Boris Milićević, entró a formar parte de la junta directiva del Partido Socialista de Serbia, y su relevo en la organización, Mirjana Bogdanović, lideró las conversaciones con la cúpula del Partido Democrático acerca de la marcha del orgullo gay.
Hacia la normalización
Una fecha clave en la historia del movimiento fue el 26 de abril de 2009. La asociación preparó la proyección de la película Milk (sobre el asesinato del activista homosexual Harvey Milk) durante el Festival de Cine de Belgrado. Tenía que ser el pretexto para debatir sobre la realidad de las minorías sexuales en Serbia, y para hacerlo se escogió uno de los foros por excelencia de la capital del país, el Sava Centar. A última hora, su director Dragan Vučićević lo suspendió y además dio razones muy claras: “No tengo nada contra ellos, es simplemente que no los puedo ver con mis ojos. Sabéis donde se reúnen los maricones, entonces id allí a celebrar conferencias”. EL GSA organizó una concentración frente a las puertas del centro e inició una batalla judicial que aumentó su prestigio.
Lo que demostró aquella experiencia es que el avance de los derechos homosexuales era el triunfo de los movimientos sociales organizados. Aquello contrastaba con la evidente falta de compromiso de los partidos políticos, incluso los más progresistas que mientras se llenaban la boca con promesas de modernidad daban la espalda a las reivindicaciones más elementales. La primera ley antidiscriminación no llegó hasta 2009, cuando los activistas llevaban ya años jugándose el pellejo en las calles. En 2013 se logró reanudar la marcha del Orgullo después de tres años de prohibición, y fue gracias a la unión de grupos de activistas y a su desafío ante las autoridades.
En 2014, un activista alemán recibió una brutal paliza en Belgrado días antes de la marcha, que fue la primera sin incidentes gracias a un despliegue policial sin precedentes. Las siguientes marchas, todas sin incidentes, han sido celebradas como un hito histórico del colectivo a pesar de que miles de policía antidisturbios tienen que blindar el centro de la ciudad. El éxito del colectivo LGTBI+ solo tiene parangón en la historia de los movimientos sociales en Serbia con el fenómeno de las Mujeres de Negro, una entidad feminista, antinacionalista y antimilitarista que desafío a la Serbia de Milošević en sus años más crudas y con las guerras por medio.
La extrema derecha serbia ha tenido siempre al colectivo homosexual como principal foco de sus iras. A lo largo de una década, los gobiernos serbios han desarrollado todo un cuerpo de leyes que protegen en muchos aspectos los derechos del colectivo LGTBI+. La norma fundamental fue el Artículo 21 de la Constitución aprobada en 2006, que prohíbe la discriminación por razones de orientación sexual y a partir de la cual se empezó a legislar en ese sentido. De ahí parten la Ley Antidiscriminación de 2009, la Ley de Seguro Sanitario de 2011 que incluye en subsidio por razón de cambio de sexo, y la reforma del Código Penal en 2012 que reconoce el delito de odio por razones de orientación sexual.
A nadie se le escapa que la relativa normalización de las minorías sexuales en Serbia es una máscara del régimen ante sus aliados occidentales. En el trasfondo, en la sociedad serbia, pervive una extensa percepción de la homosexualidad como una enfermedad que hay que ocultar, en los mejores casos, y castigar, en su versión más extrema. Ser homosexual y mostrarse como tal hoy, en Serbia, sigue siendo un riesgo para la integridad física miles y miles de personas. Eso es tan indiscutible como el progreso del colectivo en muchas cuestiones, que hoy puede plantear sus debates y mostrarse en la opinión pública con una mayor seguridad que hace veinte años. Esa conquista de valor incalculable permite hoy elevar las reivindicaciones al nivel de otros países europeos que, como en Serbia, luchan también por la legalización de los matrimonios homosexuales. El sábado será una nueva oportunidad para volver a mostrar el orgullo de una comunidad que no deja de avanzar hacia adelante y que, sin embargo, lo hace sin dejar de mirar hacia atrás, hacia aquellos pioneros que lo dieron todo para que su lucha concreta fuera una pieza más de la batalla por una Serbia moderna, abierta y tolertante.
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